Dicen que el que espera desespera... Pero también tiene esperanza... Quien nada espera es como si viviese encerrado. Recuerdo que alternar el estudio con el trabajo me ayudaba a sobrellevar el esfuerzo que hacía, pues esperaba un futuro distinto...
Hoy, Mt 24, 42-51 me invita a valorar la espera más que a temerla, pues ningún esfuerzo es en vano. Es que esforzarse sin mirar la meta es agotador, y otros caminos me parecerán mejores... así que siempre he de mirar la meta en la que creo y esperarla.
La espera de la persona de fe no es 'al final de los tiempos', porque Quien ha de llegar puede hacerlo cada día, en la oración... Si eres creyente y te hablan de oración, suena como a preceptos y fórmulas. Y aunque tengas tu propio modo de orar, a veces no tienes ni ganas. Por eso me ayudan las palabras de uno de los primeros santos de la iglesia.
San Macario (?- 405), monje en Egipto: "Para orar no hacen falta ni gestos, ni gritos, ni silencio, ni arrodillarse. Nuestra oración, a la vez prudente y fervorosa, debe ser una espera de Dios, hasta que Dios venga y visite nuestra alma..."
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