lunes, 8 de septiembre de 2008

El amor os hará libres...




Buenos días Jesús… Hoy tu iglesia celebra el nacimiento de tu madre, su cumpleaños… Es escandaloso hablar de que tienes una madre, un origen, cuando Tú eres el origen de todo… Sin embargo, has querido ser hombre, por amor a nosotros; has añorado una madre, una familia, y la has tenido. Los teólogos dicen que precisamente tuvo que ser ella porque el encuentro entre Dios y los hombres debía ser perfecto, y siendo tú Dios, ella debía ser inmaculada, sin mancha… Si ya cada uno tiene a su madre como la mejor, te imagino a ti pensando en tu madre… Y si, como dice San Pablo, he de tener tus mismos sentimientos, ¿cómo no me acercaré a María? ¿cómo no oraré con ella?...
Tus padres, María, no sabían qué tenían entre manos… pasaste inadvertida para todos menos para Dios… hasta que Dios actúa… ¿no tendré la paciencia de esperar su fuerte brazo? Que el amor crezca en lo pequeño, firme, seguro, sin esperar nada a cambio, gratuito como el Suyo… En medio de lo cotidiano, de lo desapercibido, nace Dios… Cómo lo cuidaste, cómo lo amaste, cómo lo enseñaste… sin acabar de comprender la grandeza de lo que vivías… El Señor tiene su ritmo, por eso pide fe, y memoria…
La iglesia en Cuba festeja la Virgen de la Caridad del Cobre: un matrimonio de ancianos exiliados hizo que le tuviera cariño. Salieron de allí en los 60 esperando a que cambiasen las cosas para volver, y acabaron muriendo en España…Y esto me recuerda cómo el mundo contradice el regalo de Dios: allí no hay una libertad religiosa plena, por las leyes del gobierno. También aquí, supuestamente más respetuosos con los derechos humanos, se entristece la natividad de la virgen cuando el camino que se quiere ahondar es el de dar libertad a las mujeres a costa de la vida de los niños… Si tú, María, eres la plenitud del ser humano, y por tanto de la mujer, tu libertad es perfecta: y libremente dijiste sí a Quien quería estar con nosotros, “Dios con nosotros”… ser libre para acoger el don de Dios, acoger el hijo que viene…
No acabo sin citar a José, que sólo necesitó un sueño para volver a recibir a María (Mt 1, 1ss.), tanto la quería… En medio de las dudas no serán las señales las que me indiquen el camino, sino el amor que tenga: lo demás sólo lo confirman.

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