sábado, 6 de septiembre de 2008

No ayunar de Dios



Dice hoy el evangelio (Lc 5, 33ss.) que con Jesús no ayunaban sus amigos, y eso que era uno de los mandatos religiosos más estrictos. Él no le quitó importancia, sino que le dio todo su sentido: el ayuno es un signo de privación que ayuda a agradecer lo que tenemos. Estando con Él no andaban privados de Dios, por eso no ayunaban. Y es que los signos no deben vaciarse de contenido. El único modo de ser 'un buen practicante' es ser un 'amante consciente de ser amado'... La práctica religiosa no es tanto una obligación como un ejercicio de agradecimiento. Como dice el catecismo católico (nº 1429):

Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la
penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza",
los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia
interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por
el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por
medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17;
Mt 6,1-6. 16-18).

Por cierto: estos días los hermanos musulmanes practican riguroso ayuno en Ramadán. Que su fidelidad sea signo para fomentar la mía, y me una a ellos en la fe en el Dios único que ama a los hombres...

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