domingo, 28 de septiembre de 2008

Soñar es bueno




Todos tenemos deseos, y dicen que algunos inconfesables. Entonces pueden llegar la frustración y la culpa: frustración por no poderlos conseguir, y culpa por valorarlos como impropios de uno mismo. Parece que desear es siempre malo, y encima inútil.

No es eso lo que he entendido en la oración, al leer en la Palabra de Dios la historia de Rut (libro de Rut), quien se sacrifica por amor a su suegra y ese amor le es recompensado con el amor de Booz; y la petición de Salomón en sueños (Primer libro de Reyes, capítulo 3), cuando demanda sabiduría en vez de riquezas, y recibe lo uno y lo otro. Su ejemplo me anima a creer en que hay sueños que se cumplen, sólo que he de saber respetar las prioridades. Mi primer afán debe ser lo aparentemente más inútil: el amor a Dios, a querer lo que Él (que es padre y madre) quiere. De ahí nace el amor a mí mismo porque, aunque deje de quererme a mí mismo, Su amor por mí es incondicional, como el de un padre bueno. Y siendo todos amados igualmente, me nace el amor al otro. De todo ello pueden surgir cosas maravillosas, que ahora me pueden parecer increibles.

Creer es más que someterse a un Dios: es afirmar que Él cree en mí, que cree en mis sueños, y me los concede a su tiempo, depurados, iluminados, amados.

Si no sabes inglés, te digo qué pone la foto: sueña más, trabaja menos...

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