lunes, 31 de agosto de 2009

Sí que habla...

Hoy… Dios habla hoy… Si alguien lo afirma, es que está loco: primero, por hablar de Dios (¿quién habla hoy de Dios?); luego, por decir que se le puede oír. Y sin embargo, hay personas que lo creen, simplemente porque lo que escuchan son, como dijo San Pedro, “palabras de vida”.
Hay demasiadas “palabras de muerte”: acusaciones, insultos, desprecios, críticas, burlas… Las personas vamos acumulando estas cosas y pensando que es verdad, que no merecemos nada mejor, que no hay nada mejor… Por eso gastamos nuestro tiempo y dinero en distraernos de semejante chaparrón, compensándolo, desafiándolo, combatiéndolo de las mil maneras que se nos ofrecen… En vez de convivir como hermanos, nos pasamos el día luchando para que los otros nos acepten o nos toleren, o al menos no seamos el blanco de sus ataques.
Sí, hay quienes escuchan a Dios, porque sus palabras son las del autor de la vida, de nuestras vidas… lo que en lenguaje humano llamamos ‘padre’ o ‘madre’. Son palabras que nos hablan de lo que valemos, y de lo que vale el hermano. Por eso, si quiere guiar nuestras acciones es siempre para que seamos conscientes de ello, no por ‘fastidiar’, como creen tantos que ven la religión como un conjunto de normas… quizás porque los que la compartimos la hemos vivido así muchas veces, sin ser eso…
¿Cómo se escucha a Dios, si no se le ve? Cierto, no se le ve, y a veces ni se le siente… Pero Él esta ahí, o mejor, como le dijo el mensajero a María, “el Señor es contigo”… Se le ve en tantas personas que lo creen y lo viven con alegría, pese a lo tremendo de sus situaciones; se le ve en todo aquello que es auténtico en la vida y no ha sido hecho por el hombre; se le ve en algún que otro hecho inexplicable, como el aparente último milagro de Lourdes (http://www.laprovincia.es/cosas-vida/2009/08/25/cosas-vida-milagro-lourdes/253414.html); se le ve en circunstancias de la vida que nos libran del mal; y se le escucha cuando nos comparten la fe, una fe que procede de un testimonio antiguo y moderno a la vez, y que ha quedado fijado en palabras escritas, que tomamos como Palabra de Dios. Sí, es un ejercicio de fe creer en estas cosas, pero el resultado que produce es la alegría, es la paz, es la hermandad, es la verdadera libertad que no se sujeta a las ataduras de moda, es el amor…
Hay mucha sed de Dios. Muchas personas lo buscan en bienes que llegan a convertir en su dios particular (el dinero, la fama, el poder, la belleza, la sabiduría...); otros van detrás de dioses a medida, o dioses terribles que amenazan si no te pegas a ellos (la suerte, el esoterismo, las sectas…). Hay gente que sigue religiones históricas sin vivirlas felices. Y Dios nos desea felices, pues “su alegría está con los hijos de los hombres”. Eso sí: es la felicidad de saberse amados, de saber que podemos ‘volver a casa’ siempre, porque Él es un padre que otea el horizonte buscando nuestra llegada (Lc 15).
Sí, Dios habla, y por su Palabra se le puede escuchar. Y sí, es un camino, donde hay piedras, y zarzas, y nos pueden asaltar ladrones… el corazón del hombre es un bien apreciado por muchos, y nos lo quieren quitar. Quien dijo “yo soy el camino” nos asegura estar con nosotros si lo emprendemos. Él pone los medios, tú sólo mírate, date cuenta de que tienes esa sed, y búscalo. Entonces puede volver a ocurrir lo que a Jesús aquél día en Nazaret: “esta escritura que acabáis de oír se cumple hoy”.

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