jueves, 6 de agosto de 2009

Los niños cansan


33 “(Jesús y sus doce discípulos) Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". 34 Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. 35 Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". 36 Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: 37 "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado". (…) 42 Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. (…) 13 Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. 14 Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. 15 Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". 16 Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.” (Mc 9 y 10)

Estas palabras me recuerdan a tantos padres que este verano se quejan de tener a su cargo a sus hijos, y que critican a los maestros y profesores por sus largas vacaciones. Es humano quejarse, porque los críos son agotadores –algo sé de eso-. Pero son un don, una puerta abierta a recibirlo a Él… ¿qué dónde está Él cuando los críos no hacen caso, son traviesos, maleducados…? Él está, porque los pequeños están experimentando con el mundo, y lo que nosotros vemos como fallos para ellos son sólo aprendizaje, además de que reflejan rápido los malos hábitos de los adultos. Él está porque ellos sólo imitan, prueban... pero su ingenuidad sigue ahí.

Es justo defender el descanso de todos, y a la vez el esfuerzo educativo de todos también en verano (incluidos los educadores). Pero también lo es recordar que los pequeños son un “lugar teológico”, una montaña sagrada donde encontrarse con un Dios que ha bajado para abrazarlos, bendecirlos, defenderlos… Así que estoy por ir en su busca este verano, aunque canse.

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