
Llevo unos días en los que la oración no parece dar unos frutos 'evidentes', y no me parece obtener grandes luces de mis ratos con el Señor... O, quizás, es que no me he sentado a escribirlo.
Leía el pasaje (Jn 1, 45-52) en que Felipe, al poco de conocer a Jesús, visita a Natanael (o Bartolomé), y le dice que ha encontrado al profeta definitivo anunciado por Moisés, y que es de Nazaret. Natanael, sabedor de que las Escrituras hablaban de Belén (y no Nazaret) como lugar de su nacimiento, lo pone en duda... pero va a verlo. Cuando Jesús lo ve llegar, habla bien de él; y él, sorprendido, le pregunta de qué lo conoce. Jesús, entonces, le dice: "te vi debajo de la higuera"... Y Natanael-Bartolomé lo reconoce como Hijo de Dios...
Entonces yo le preguntaba: "lo viste bajo la higuera... ¿oraba? ¿dormía? ¿trabajaba?... ¿Por qué se sorprendió tanto Natanael? ¿acaso no podías haberlo visto como cualquier otro? ¿qué tenía de exclusivo ese gesto para que fuera tan íntimo...? ¿un sueño, donde sólo Dios es capaz de entrar?..." Y esto último fue lo que me convenció: en mis sueños sólo Dios puede entrar, sólo Él y yo conocemos lo que sueño... Y Bartolomé sabía que Dios conoce los sueños de los hombres, que inspira nuestros sueños, como inspiró el conocido sueño de Jacob... No debe ser casual que Jesús cite este mismo sueño al acabar la conversación: así pues, creo que Natanael creyó porque soñó estar bajo una higuera (símbolo, por otra parte, de los frutos del Reino) y sólo Dios podía saberlo...
Este ejercicio de 'teología-ficción' no sería verdadera oración si no tuviera consecuencias para mi relación con Él: y creo que me pregunta, "¿dónde crees que 'te veo?" "búscame en tu intimidad, en lo que nadie ve, también en tus sueños..." Sí, como dice San Pablo, Él está más cerca de mí que yo mismo... Él está todo el día conmigo, contigo...
Al final de ese relato, Jesús se llama a sí mismo Hijo del Hombre, como contrapunto a su reconocimiento por Natanael como Hijo de Dios. En verdad pudo ponerse como ejemplo de humildad, pues siendo de condición divina se igualaba a nosotros. Así, cuando anunciaba la visita de ángeles (como en el sueño de Jacob) no lo hacía por orgullo, sino que sabemos que los ángeles le visitaron en momentos de gran padecimiento... en el desierto... en el huerto...
Sí: Dios nos visita en lo más íntimo... y ahí reconozco un Dios que se pone a mi altura, 'hijo del hombre' sufriente que conmueve a los propios ángeles, que se le acercan a consolarlo, como le consoló su madre... Ojalá los ángeles también sean mensajeros de los consuelos del Padre a quienes más padecen. Ojalá me sienta enviado como ellos a los que se lamentan cerca mío.
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