martes, 10 de agosto de 2010

Judas Geek



Si, andamos anclados a la tecnología, cada vez más por necesidad.  ¿Quién puede prescindir de un teléfono móvil que sincronice agenda y contactos con el ordenador?.  Una vez probado, te olvidas de hacer copias de la 'sim'...  Y con la cantidad de personas que vamos añadiendo (del trabajo, amistades, etc.), ¿cómo no adoptar este sistema?.  Si además esos smartphones o teléfonos inteligentes son capaces de hacer buenas fotos y vídeos, navegar por internet y jugar, pues para qué más...

Pero bien, no es esta la cuestión.  Sí lo es el precio que hemos de pagar por ello.  Pongamos el ejemplo del nuevo iPhone 4, pero podría valer cualquier otro.  Cuando una compañía telefónica te lo ofrece 'gratis' suele ser porque traicionas a tu compañía de entonces, o porque has hecho una burrada de llamadas y has acumulado una millonada de puntos.  Si no es ninguno de los dos casos, las compañías te cobran un buen dinero por el nuevo terminal, si es que lo quieres, o no puedes ya vivir sin él... 

Y esta tampoco es la cuestión, porque al fin y al cabo el que algo quiere algo le cuesta.  Más bien hablemos del trato que las operadoras otorgan a sus clientes:  se supone que debían incentivar su permanencia, su fidelidad...  Pero todo lo contrario:  cuando hay un nuevo modelo en el mercado, resulta que sólo cambiándote a otra compañía lo consigues por un precio razonable (o incluso gratis);  y no sólo eso, sino que al principio sólo hay terminales nuevos precisamente para los nuevos clientes, no para los que han sido fieles durante meses o años...

Pensándolo bien, quizás se trata de un mecanismo que permite una mejor distribución de la riqueza:  hoy estoy contigo, operadora;   pero mañana estoy con la otra, porque me da lo que tú no ofreces;  y dentro de dos años, vuelvo contigo, porque me tratarás mejor que ahora...  Sin embargo, la sensación es que desaparece el valor de fidelidad, y 'el sistema' premia la traición, el cambio, la ruptura...  ¿Pasa acaso sólo con los móviles, o con más cosas...?

Dicen que la competencia es sana, y beneficia al consumidor:  pero el regusto es amargo, porque al fin y al cabo parece que nadie se interesa por ti como persona, sino como alguien que se compra o se vende por un puñado de monedas.  Como dice un buen amigo:  'patético'...

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