lunes, 2 de agosto de 2010

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Hoy leía el pasaje en que Jesús, tras conocer la muerte de Juan el Bautista –decapitado por Herodes- se retira en una barca.  Imaginaba al Maestro, mirando el agua que rompía en la proa, quizás llorando en silencio la ausencia de su primo…  En esa situación en la que uno busca el silencio, ‘estar solo’, se encuentra una multitud que lo busca en la otra orilla.  Y en lugar de suspirar y lamentarse porque no respetan su dolor, siente compasión por el dolor de aquellos, y se pone a curar a las multitudes (5000 personas, sin contar mujeres y niños…).  Cuando tienen hambre, les pide a sus pobres discípulos (que sólo tenían cinco panes y dos peces para los doce, si no había más)… ¡que les den ellos de comer!.  ¡Y les dan!
Cuántas veces el cansancio de tantas cosas me aleja de tanta gente.  Y cuántas veces el Señor me recuerda que mi descanso pasa por descansar en Él.  Y él descansa con los que tienen sed de su palabra.  Por eso, después de tanto tiempo, vuelvo a escribir y compartir lo que él me da de comer, para que muchos coman de su palabra...



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