sábado, 25 de agosto de 2012

Dios doméstico, pero no domesticado...




Mira las lecturas bíblicas comentadas, y pide tus propias luces sobre esa Palabra de Dios.
Hablar sobre la oración contigo...  Si cuando quiero escucharte con tanto artificio -escribiendo- lo hago o no... Si cuando lo hago, cómo gestionar todo lo que entiendo... Hablar contigo si oro o no oro...  O cuándo orar, y cuánto orar, porque compite con el afán por escribir de otras cosas, que se me está convirtiendo en afición, como quien necesita sentirse escuchado, y tomado por sabio...
Si voy a orar, sea por ti solo, con valentía de acercarme a ti sin saber qué dirás, si le darás la vuelta a cosas...  Está también el acompañamiento, que me ayudará a ver si mis temores son o no son fundados... Temores...
Ahora ya ves cómo estoy, no precisamente de rodillas...  Pero esto también es fruto de esos medios que he puesto con la excusa de orar -escribir-... Quizás son cosa tuya, y no sólo egoísmo mío...
Orar... escribir... amortizar medios...  Optar por las palabras, dejar distracciones y aficiones para priorizarte, y no dejar de dedicarte este tiempo -o dejarte que me dediques este tiempo-...
Me hablas de luz... la luz del sol del amanecer, que se refleja en la tierra... la luz que entra por una puerta y llega a lo más hondo de una casa, de un palacio, de una cueva, como diciendo que quiere quedarse en ella, vivir ahí en vez de en el cielo...  la luz que seguimos porque es ahí donde podemos movernos, y vivir...  y a la vez, una voz que nos acompaña y nos da sentido a esa luz muda pero maravillosa...  La naturaleza canta y habla de ti...  Que tus obras te alaben, que nos acompañen para darnos ánimo y creer que tu luz quiere estar con los hijos de los hombres, y combatir nuestras oscuridades...
Uno solo es vuestro maestro, vuestro padre, vuestro consejero...  Trinidad Santa:  maestro Jesús, Padre nuestro, Espíritu consejero...  Libertad interior ante la autoridad, sólo sometida a Dios;  pero obediencia ante la doctrina y ante la autoridad que la emite...  Sí:  tu luz entra en el templo, en la Iglesia... tú estas en tu Iglesia, y me haces entrar en tus atrios para darme luz y también para sujetarme...  
Huír de honores...  Escribir es un modo de atraer honores...  y también reproches.  Si lo hago, sea por obediencia, porque tu luz me lleva a ello, a iluminar tinieblas...  Pero no busque honores con ello:  si lo hago bien, atraeré más bien lo contrario.
Mi oración está seca:  pese a lo escrito, no te saboreo... no huelo tu perfume... Tiene que haber momentos así:  pero sabes que buscamos seguridades, "mociones" y "sentimientos" que hablen al corazón y le digan que seguro que has pasado...  Pero a veces hay silencio de tu parte...  Entonces vienen los miedos, el dudar de mis disposiciones, si avanzo o retrocedo...  Sé que tú estás conmigo todos los días, a veces escondiéndote para que te encuentre, como jugando al escondite, pero sin jugar...  porque sabes que de aprender a orar depende la vida, y quieres enseñarme, aconsejarme, con amor de Padre, de maestro bueno y paciente...
Tú anuncias la paz...  Por eso voy a escuchar lo que dice el Señor, con confianza, sin perder la paciencia...  Y si no te entiendo a la primera, insistamos...  Así no me hago un tirano contigo, un dictador que exige obediencia y ejerce autoridad, pidiéndote luces...  No:  eres tú la autoridad, que no busca honores, que busca servir, que invita a que mi libertad la emplee en seguir la luz, no a que la luz me siga a mí, y haga depender a otros de mi sabiduría, y sea yo para ellos maestro, padre o consejero...  No:  no permitas que me apropie de tu luz, y no sea yo guía, sino discípulo que comparte lo aprendido...  Y me alegre en que aprendan a escucharte, no a que vengan a escucharme a mí...
Fíjate, que cuando leía otras veces esta lectura decía:  “¿y cómo llamar ‘padre’ al sacerdote, si lo vetas...?”.  Pero en tu misericordia me contestabas:  al pie de la letra tampoco podría llamar padre ni a mi padre...  Por tanto, es un apego de corazón hacia ti lo que buscas, que nadie te sustituya, que nadie se quede con un sucedáneo pudiendo llegar a lo auténtico...  Más ánimos para orar, para creer que sí, que estás todos los días, que quieres guiarnos a diario, aunque no te veamos, dudemos, temamos... Por eso nos dejas algo palpable:  tu palabra, tu Iglesia...
Pero aún me falta para caer “rostro en tierra”, para ver tu luz de cara y reconocer tu gloria, y mover mi obediencia contra mis resistencias...
Me invitas a contemplarte:  tu gloria desde Oriente, el ángel-hombre que me lleva a mirar hacia allí, la voz que oigo desde el templo...  Padre, Hijo, Espíritu, de nuevo...  Eres quien me empuja, quien me acompaña, quien me atrae...  Ojalá sepa ver esa riqueza tuya cerca mío todos los días...  Como Padre... como Hijo... como Espíritu Santo...  Me enseñas a orar poniéndome primero ante los ojos ante quién orar... ante tu gloria...  ante el Dios generoso, humilde y apasionado que se me ha aparecido otras veces:  de amor gratuito, dándome la vida... de amor humillado, dando tú mismo la vida por la mía... de amor apasionado, elevándome la vida para unirla a la tuya...  Eso entendí hace tiempo, y me lo recuerdas...
Pero perdóname si huyo de “verdades de fe” y quiero verte como esa luz  bellísima que me muestra el camino...  Una luz sabia, no impersonal ni fría...
Me abres los ojos a tu misterio inagotable que excede toda doctrina, como un camino de descubrimiento que me invitas a recorrer junto con tu asamblea...  porque cuanto más quiero comprender, más sediento quedo...  Dame paciencia, despierta mi curiosidad...
Así sea...

No hay comentarios: